Cuando fui niño, mi padre me enseñó a lavar un auto. Siempre era en la noche, no importaba la hora. Tendría unos 8 años, y el frío era muy intenso en aquella ciudad.
Papá siempre me decía: “Hay que dejar el auto limpio y lleno de combustible. Para que mañana, no pierda tiempo”. Fue sabio el mensaje de mi padre.
En mis 37 años como conductor y propietario de vehículo, ha sido una bendición haber seguido el consejo de papá.
Luego, cuando llegué a este hermoso país, por 3 años tuve la oportunidad de aprender y entender sobre la importancia del mantenimiento preventivo y cuidado de la apariencia del auto.